Debía de ser un temprano adolescente de finales de los setenta cuando el misterio me atrapó en sus redes. La radio era una pasión para mí, oyente obsesivo y confeso. Y entre todos sus programas, uno, que nunca me perdía: «Medianoche», de Antonio José Alés.

Fueron aquellos sin duda, mis primeros pasos en el universo misterioso, junto a la lectura de Däniken y Benítez. En la siguiente década, convertido ya en naturalista novel, el destino me llevó a intervenir un par de veces en ese mismo programa para hablar, tanto de animales y Naturaleza, como de la Isla de Pascua, que había visitado a principios de los ochenta. Incluso estuve con él, con Alés, en una de sus famosas alertas OVNI.

Hace unos años, el destino, quiso que el comandante de «La Nave del Misterio» y un servidor, nos encontráramos en una grabación con lobos para el programa en homenaje a Félix. Desde entonces, el “relojero cósmico” quiso que acabara formando parte de la infinita familia milenaria. Y sintiéndome como Scarlett O’Hara, digo que… “juro y a Dios pongo por testigo que”…, de haber podido elegir un programa televisivo para hacer divulgación, jamás hubiera escogido otro que no fuera «Cuarto Milenio», joya y orgullo de la televisión española.

Ahora, con esta iniciativa pionera de conocer nuestros más íntimos enigmas a través de «Los Viajes de la Nave del Misterio», animo a los “milenarios” amantes de lo inexplicable a conocer a mi lado los desconocidos enigmas de nuestra vida más agreste y salvaje.